EL ETÉREO SIGNIFICADO DE LA IDENTIDAD
Día tras día, ya sea en mi pueblo natal o en esa Valencia
surcada por la tímida brisa del mediterráneo, me despierto ante la realidad con
las mismas ansias de conocimiento. Pero la realidad, esa oscura y angustiada forma
de presentarse la verdad ante nuestros ojos, me abruma a cada segundo mi ser, y
esa sed de conocimiento se convierte en desesperación ante un Todo que se
dilata con cada ínfimo avance de mi intelecto. Arduo camino es el de la
sabiduría, aunque dulces, gratísimos sus frutos casi místicos. Nada existe
equiparable a un descubrimiento intelectual. Nada tan intrincado, tan esquivo,
como un descubrimiento intelectual.
Lo nuevo, la idea renovadora, eso que yace envuelto en no sé
qué velo oscuro dentro de nuestro ser, es lo más bello a que puede aspirar
nuestra alma. Más que a la alegría, más que al amor, más que al sexo. Porque el
conocimiento es la vida, y la vida no es nada porque lo es todo. Su ser no
admite dicción. La vida se enuncia, se deletrea cada grafía de que está
compuesta; v-i-d-a. Pero no se diga que “es”. La vida. La vida. Quizás lo único
que tenemos, ¡y qué grandioso, qué inabarcable, qué infinita sucesión de
azares!
La vida, y su historia que la posibilita. La historia de la
vida. ¿Es la vida sólo un ahora? ¿No forma parte también de ella el asesinato
de Julio César, las bombas de Japón o el postrero aliento que hemos expulsado?
¿No incluiríamos también estas palabras? ¿Nos dejaríamos, osados de nosotros,
los pensamientos sobre estas palabras? Pero entonces, ¿qué es lo que queda? Qué
hay detrás del asesinato de Julio César, del postrero aliento, de estas
palabras y de sus correspondientes pensamientos? ¿Estoy yo detrás? Pero, ¿no
estoy escribiendo yo estas palabras? Entonces, ¿quién soy yo, estas palabras,
sus pensamientos, u otro ente extraño y mezquino? Si soy esto último, ¡qué
oscuro, cómo me escondo de mí mismo! Si soy estas palabras, ¡cuánto más oscuro,
que sólo me desvelo en esporádicos arrebatos poéticos!
Parece que detrás de cada hito, de cada palabra, de cada
sección indecible del tiempo, pervive silencioso y aterrador un “yo”. Un yo que
presiento pero que no llego a sentir, porque se me antoja trágico, vil. ¿Quién
serás tú? Si, tú, ese “yo” escondido de mis avatares por la historia. Porque mi
cuerpo crece, se mueve, se desplaza imparable por el espacio y “es” inefable
por el tiempo. Mis ideales parecen sólidos, pero son de un cristal falso que
sin duda puede romperse. ¿Qué pretencioso sentimiento me lleva a afirmar un yo
esencial? ¿Quién soy yo, si me muevo imparable? ¿Quién es Pere, si en mi
profunda mocedad era un amasijo de células totalmente distinto al de ahora, si
los ideales de entonces (en el caso de tenerlos) eran radicalmente opuestos a
los de ahora? ¿Quién ha sido el vanidoso hado que ha creado un Pere
sustancioso, una realidad inamovible y que no cambiará hasta que muera, como
mínimo? Pere, Pere, Yo, Yo. ¿Quién soy yo? ¿El de ahora, el de antes, el de
después? El de ahora se escapa, el de antes ya fue, el de después aún no ha sido…
¡Oh Yo Supremo! Revélate. Libra de este sufrimiento a quien te hace eterna
sombra. Muestra tu dorado ser a quien te busca, sinceramente, cada segundo de
su existencia.
Poques coses més interessants que l'anàlisi d'un mateix. Està ben invertit el temps en els què ens preguntem sobre nosaltres mateixos, ens explorem i intentem trobar explicació al que fem i a les nostres motivacions.
ResponderEliminarClar que el teu anàlisi és més filosòfic, i jo practique aquesta exploració del jo de forma més psicològica. Les teues paraules me se queden massa grans amic! :D
David
En absolut, no li queden grans a ningú. Jo crec que tot el món, en certa mesura, es pregunta per fins a quin punt es pot parlar o no d'una identitat personal. De totes formes aquest escrit és prou (tal volta massa) poètic. Però la idea principal crec que és clara i no té misteris per a ningú, i menys per a persones reflexives com tu.
Eliminar