CAMINO
HACIA LA NADA
(UNA
ABSURDA PRESENTACIÓN)
En una
de sus magistrales clases, un profesor de filosofía nos dijo que al escribir
sus ensayos solía citar a otros autores y poner algunos pies de página
esporádicos para aparentar un poco de seriedad o academicismo. No sé si por la
misma razón o si porque realmente lo siento, yo voy a empezar este blog con
unas palabras de
aquel poeta argentino de voz cadenciosa y pluma erudita. Palabras que suenan
así:
Si las páginas de este libro consienten algún
verso feliz, perdóneme el lector la descortesía de haberlo usurpado yo,
previamente. Nuestras nadas poco difieren; es trivial y fortuita la
circunstancia de que tú seas el lector de estos ejercicios, y yo su redactor.
Son de Jorge Luis
Borges, y conforman una primera advertencia al lector de Fervor de Buenos
Aires, un poemario que tiene el dudoso privilegio (como diría la voz
escéptica del poeta) de ser su primera obra publicada. Al final de esta
presentación espero haber justificado con elegancia el porqué de estas
palabras. Por ahora me conformo con ofrecer una tímida explicación acerca de
este blog.
A menudo se me ha
ocurrido que el mejor apellido podría ser el de artístico. Un blog
artístico en que cabrá todo lo relacionado con el ser humano, que no es poco. Y
me refiero al ser humano en su sentido trágico, en ese sentido reflexivo y
consciente que lo hace ser quien es. En rachas imprevisibles, me propongo hacer
pequeñas reflexiones en que predomine una palmaria humildad y una sincera
consciencia de mi creciente ignorancia. Porque todo el que se ha entregado a
los dulces caminos del filosofar, sabe que éstos no llevan más que a la
convicción de que nuestras certezas poco a poco van atenuándose hasta
convertirse en meras nubes conceptuales. Desde estas premisas, intentaré
traducir con la mayor fidelidad el lenguaje intempestivo de mi mente, y
expresar esas reflexiones oscuras que me asolan. Reflexiones cargadas de
subjetividad. Porque poco hay más subjetivo que el hombre y porque es posible
que la objetividad sea otra de las grandes falacias del universo. Subjetividad,
por supuesto, sin tintes de vanidad o de imposición de opiniones. De hecho
espero que se me otorgue el placer de sentir la disidencia, de ver cómo al menos
a alguien le inquietan al igual que a mí unos temas sacados de la nada. De ese
lago fangoso e ingente de la nada.
Ya hable de historia,
de música, de arte, de religión, de literatura, de ética o de cualquier otro
asunto, lo haré con el único carácter que poseo, que es el filosófico.
Posiblemente sea el único que exista, lo que ocurre es que hay pocos que lo
aceptan. Yo soy uno de ellos. Y como tal, como filósofo, transmitiré mis
pasiones. Y no filósofo porque sepa mucho, sino filósofo, precisamente, porque
no sé nada. Sin querer he vuelto a citar, implícitamente, a ese gran hombre
griego, el primero que se dio cuenta de todo esto; de que lo único que existe
es nuestra ignorancia. La filosofía, sin ser nada concreto u homogéneo, lo es
todo y en todo saca a relucir sus enigmáticas garras. Yo, por ello, no voy a
tener la vana pretensión de negar su omnisciencia a la más bella de las
disciplinas. Y es que no sólo está en todos sitios, sino que está en todas las
épocas. Es como una Diosa que excede al tiempo y al espacio. Su cuerpo es
infinito e intangible. Su perfume es pretencioso e inefable.
En fin, como entreveo
que me estoy poniendo poético, y no quiero aburrir al lector ya con el primer
post (ya tendrá tiempo de aburrirse), y realmente poco más puedo decir que no
sea superfluo o innecesario, si es que he dicho algo esencial o necesario (que
sinceramente lo dudo), termino este decurso histriónico de voluntad con la
justificación prometida:
Y ahora, variando
sutilmente las palabras del maestro argentino, solo he de decir que me perdone
el lector si los textos de este blog consienten alguna idea feliz, algún
aforismo digno de recuerdo. Que me perdone porque los habré robado, sin
restricción, del ondulante y oscuro mundo del arte y de la nada, ese al que todos
pertenecemos, del que venimos y a donde vamos. Perdóneme el lector si alguna
vez desvelo lo velado, que aun oscuro, permanece latente con toda su fuerza,
con toda su acritud.
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